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viernes, 19 de agosto de 2011

LLAMADAS PERDIDAS



Cuando mi amigo Marcos me dijo que iba a crear un centro de “llamadas perdidas” pensé que se había vuelto loco. El siempre había creído en la teoría de los universos paralelos y cada vez que veía una llamada perdida en mi móvil me decía “Imagínate que hubieras llegado a tiempo para coger el teléfono”. Luego me miraba con esa sonrisa que le caracterizaba y proseguía diciéndome “… aunque quizás en otro universo lo hayas hecho y esa conversación esté grabada en un espacio-tiempo diferente al nuestro”. Yo no creía demasiado en las realidades paralelas y mucho menos en la posibilidad de rescatar algo de éstas, pero mi amigo Marcos decidió desafiar todas las leyes del universo y construir ese centro de “llamadas perdidas”, un lugar donde se pudieran rescatar de otra dimensión las conversaciones que una persona hubiera mantenido en caso de atenderla.

Nunca pensé que iba a precisar de los servicios de mi amigo Marcos, yo era de los que opinaba que si no había llegado a coger una llamada no me solucionaría nada conocer, pasado un tiempo, el mensaje que ésta pudiera contener. Desde luego, yo debía de ser una excepción puesto que el centro de “llamadas perdidas”, el LCC como Marcos lo había llamado, no paraba de aceptar solicitudes de personas que querían conocer la conversación, derivada de una llamada perdida, que hubieran podido tener.

Fue la mañana del 14 de Julio cuando necesité la ayuda de  Marcos en el LCC. En  un sólo día había acumulado 20 llamadas perdidas de un número desconocido, el 555123456. No entendía cómo se las había apañado para pillarme fuera de cobertura, con el móvil en silencio o apagado. Decidí marcar yo mismo el número de teléfono para averiguar quien se escondía detrás de esas misteriosas llamadas y me llevé una gran sorpresa cuando la voz de un contestador automático me decía una y otra vez “El número marcado no existe”. Le conté mi caso a Marcos y enseguida, como favor personal, dio prioridad al análisis de mi llamada. Le di todos los datos necesarios y el procesador del centro de cálculo trabajó durante un buen tiempo hasta que la pantalla mostró el resultado obtenido. Una coincidencia, esto significaba, según mi amigo Marcos, que sólo en uno de los muchos espacio-tiempo posibles había logrado tener esa conversación, algo inusual porque siempre solían existir más de una ocurrencia para una misma llamada. En cierto modo sentí alivio por sólo tener que escuchar una conversación. La grabación obtenida empezó a reproducirse con el sonido de mi voz:

- ¿Si?
-  Álvaro… no tengo demasiado tiempo, tienes que escucharme, es importante.
-¿Quién es usted?
- Soy… bueno, alguien que te conoce bastante bien, por favor escucha atento lo que tengo que decirte.
- Pero… ¡¿Quien es usted?!
- El vuelo 512, destino Berlín, no lo cojas, Álvaro….

Cuando la reproducción acabó, mi amigo Marcos me preguntó “¿no es ese el vuelo que debes coger mañana?”. No pude contestar en aquel momento, aquella grabación me había dejado sin palabras, la voz, a pesar de la disfonía que presentaba, me era bastante familiar, sin embargo, no conseguía ponerle cara.

Le di bastantes vueltas a esa conversación durante aquel día, algo me hacía pensar que debía de hacer caso a esa misteriosa voz que había intentado llamarme desde ese enigmático número, inexistente para las operadoras móviles. Así fue como decidí quedarme al día siguiente sentado en el aeropuerto viendo cómo el vuelo 512, destino Berlín, despegaba con la corazonada de que no llegaría a su destino. Una hora más tarde, un trágico accidente, que acabó con la vida de 50 personas, confirmó aquel presentimiento.

Tardé tiempo en superar aquello, tras el accidente,  pasé dos años marcando cada día, sin excepción, ese número de teléfono, el 555123456, con la esperanza de que algún día alguien lo cogiera y pudiera explicarme lo sucedido, pero siempre obtenía la misma respuesta, “El número móvil marcado no existe”, y dejé de hacerlo cuando comprendí que marcar aquel número a diario no cambiaría el hecho de que yo hubiera burlado a la muerte y, desde luego, no devolvería la vida a aquellos que viajaron en el vuelo 512 aquel fatídico 15 de Julio.

Las casualidades de la vida hicieron que un día 14 de Julio, 10 años más tarde de toda esa historia, estrenara puesto de trabajo en mi empresa. Me fue inevitable pensar en aquella conversación rescatada de otro espacio-tiempo y en el accidente de avión. Miré el reloj que colgaba en la pared de la oficina con impaciencia, mi secretaria aún no había llegado y necesitaba mi nuevo móvil para empezar a hacer mis primeras llamadas como director general de ventas. La vi salir del ascensor, sonriente, con el móvil en la mano. Aún recuerdo claramente la conversación:

- Buenos días Señor Sánchez, ¿Cómo se siente siendo director general de ventas?
- Se lo diré cuando lleve una semana, Verónica. ¿Tiene mi nuevo móvil?
- ¿Le pasa algo en la voz, Señor Sánchez?
- Nada que no se cure con unas buenas vacaciones, Verónica.
- Tome, Señor, su nuevo móvil. Anote su número, haga el favor: 555123456.

Al oír aquellas cifras, una, por una, la habitación empezó a girar a mi alrededor. Aunque llevaba años sin marcarlo, recordaba perfectamente todas y cada una de sus cifras. Al coger el móvil, por alguna extraña razón, supe cual sería mi primera llamada y, sin dudarlo ni un momento, mis dedos, como si de un acto reflejo se tratara, ya estaban marcando un número, si, un número que también recordaba perfectamente, el número móvil del cual fui propietario hace ya más de 10 años.

4 comentarios:

  1. Hey!! Pero como no se te había ocurrido avisarme de que tenías un blog? Me ha encantado el relato. Te felicito Ana. Ahora mismo voy a anexarte a mi lista de blogs para poder seguirte.
    Un beso grande, grande!!

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  2. Uf, se me ponen los pelos de punta. Si es lo que pretendías, felicidades, lo has conseguido con creces.

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  3. Ya lo sabes que me gustó mucho, pero estoy intentando esta mañana entender estos apartados individuales y algo misteriosos donde poder dejar un comentario.
    El relato es muy bueno, sí.
    Un beso. Mare.

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