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domingo, 14 de agosto de 2011

FALSIFICANDO UN RECUERDO

Susan Fisher no recuerda cómo conoció a Mark Taylor aunque tampoco le fue necesario hacerse esta pregunta ya que siempre lo recuerda a su lado. Los padres de Susan y Mark habían sido amigos desde la infancia y ellos había pasado mucho tiempo juntos. Todos los álbumes de Susan estaban llenos de fotos junto a Mark: jugando, bañándose, disfrazándose, celebrando sus cumpleaños. Cuando fueron creciendo, aunque sus padres ya no  se veían tan a menudo, a Susan y a Mark  les gustaba pasar el día juntos y los vecinos de Sharon Hill, que los había visto crecer, empezaron a bromear, incluso a asegurar que algún día se casarían. No sé si Mark alguna vez pensó en esa posibilidad pero Susan sí, así lo creía ella y más aún cuando a la edad de 17 años su relación, por fin, se hizo oficial. Susan había leído en algún libro que hay ciertas imágenes que quedan grabadas en la mente, como escenarios a los que, no importa el tiempo que pase, uno siempre puede volver. Susan ya había falsificado uno de esos recuerdos, el recuerdo de su boda, y volvía una y otra vez a éste, siempre de la misma forma, sin modificar ningún elemento. Se veía, vestida de blanco, del brazo de su padre, caminando hacia el altar de la única iglesia de Sharon Hill. Mark, sonriente, le esperaba con su smoking negro mientras los invitados, con gesto de aprobación, aguardaban impacientes el sí de los novios.


Cuando Susan y Mark comenzaron la universidad se prometieron pasar juntos el mayor tiempo posible. Esto, a veces, era difícil debido a las distintas necesidades y calendarios que les requerían sus estudios. No obstante, a pesar de su distanciamiento, Susan Fisher seguía pensando en Mark como el hombre de su vida y esperaba casarse con él. Lo que no había tenido en cuenta Susan Fisher es que falsificar el recuerdo de algo que no ha sucedido no asegura el hecho de que éste  ocurra, y menos, de la misma forma en que lo guarda la memoria. De este pequeño destalle se dio cuenta ese mismo año cuando tuvo que volver a modificar ese recuerdo en contadas ocasiones. Si, cuando sus padres se enfadaron con la señora Fill, cuando Terry, su vecino, murió o cuando se enfadó con su  mejor amiga Martha, la cual durante una larga temporada no estuvo invitada a esa boda imaginaria y, desde luego, estuvo muy lejos de ser su dama de honor. A Susan Fisher no le importaba modificar ese recuerdo una y otra vez. Susan Fisher aprendió ese año que podía seguir falsificando futuros recuerdos, lo único que había  que hacer era adaptarlo a las nuevas circunstancias.


Pero, ¿todas las circunstancias pueden ser modificadas? Susan así lo creía, tal era su amor por Mark que pensó que ningún hecho, por muy inesperado que fuera,  podía arrebatarle su boda de ensueño, esa  en la que lo único que ya no cambiaba eran ella y Mark Taylor.


Lo que no le contaron a Susan Fisher es que en toda falsificación de “futuros recuerdos”  hay circunstancias que nunca podrán adaptarse a ese juego. La mañana en que Mark Taylor le presentó a Melissa Gray, una chica rubia de ojos claros que parecía conocer demasiado bien los gustos de Mark lo único que  Susan pensó fue en dónde la colocaría en esa foto de su boda. ¿Era muy amiga de Mark? ¿Desde cuando la conocía? ¿Llevaría a su pareja? Por ahora no había ninguna pieza que se le hubiera resistido para colocar en el puzzle de su boda y, por supuesto, Melissa no iba a ser la primera. Susan Fisher quiso conocer los gustos de de Melissa Gray y para ello le insistió a Mark en que viniera acompañada por ella en sus siguientes encuentros. En realidad, quería saberlo todo sobre ella, cuanta más información tuviera mejor podría construir su presencia en su imaginaria boda. ¿Cuál era su color favorito?, ¿Qué tipo de vestido le gustaba? Se dio cuenta de que Melissa y ella se parecían más de lo que ella nunca hubiera podido esperar y la confianza que esto les generó hizo que un día Susan le contara su boda imaginaria con Mark. Melissa la escuchaba con atención, incluso se permitía el lujo de realizar pequeñas anotaciones que a Susan parecían gustarle y las aceptaba sin ninguna objeción. Nunca antes había dejado que nadie modificara ese momento, ni si quiera Mark, sin embargo Susan se sentía cómoda con Melissa, como si  fuera su alma gemela e intuyera qué era lo más adecuado para ella.

Hoy no era una día cualquiera, no en Sharon Hill, las campanas de la iglesia anunciaban la esperada boda. Si, todo estaba como Susan Fisher había imaginado en su última construcción mental. Era un día soleado. Mark lucía un elegante smoking. Todos lo invitados de Sharon Hill vestían sus mejores galas para el evento. Todo estaba a gusto de Susan Fisher, si, pero curiosamente también lo estaba al de Melissa Gray. El que tendría que haber sido el mejor día en la vida de Susan se convirtió en su mayor pesadilla. Aquel día se vio sustituida en su propio recuerdo por una radiante Melissa Gray que había cautivado con su encanto a todo el pueblo. Llevaba su vestido, sus medias, sus zapatos, su ramo de flores, su peinado…  Si, nadie había advertido a Susan Fisher del peligro que tiene falsificar un futuro recuerdo: cuando no se cumple, es muy doloroso borrar el verdadero.

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