Cuando
Nolan entró en la institución psiquiátrica de North West se mostró un
tanto nervioso. Había sido seleccionado para realizar un reportaje y era
una oportunidad que no podía desperdiciar. Convivir en el centro no
sería nada fácil pero lo consideraba algo necesario para entender el
funcionamiento de la institución y obtener información de primera mano
de alguno de los pacientes.
El
primer día de Nolan en North West no fue demasiado esperanzador, ya le
habían hablado de lo duro que podría ser estar allí, pero no fue
consciente hasta aquel momento. En su interior, el edificio se reducía a
varias plantas de largos pasillos, siempre atestados, y de pabellones
dedicados a diversas actividades a las que nadie prestaba atención, casi
todos los pacientes parecían inmersos en mundos propios o bastante
alejados de la realidad. Las voces y el ruido eran una constante en
todas las salas y las pequeñas ventanas, perfectamente enrejadas,
producían una inquietante sensación de claustrofobia. El personal del
centro parecía controlar la situación aunque, en ocasiones, parecía
ajeno a lo que sucedía a su alrededor.
Cuando
Marian, una de las enfermeras, le trajo un pantalón y una camisa
blanca, como la de los demás enfermos, le pareció una gran idea. “Qué
mejor que hacerse pasar por otro paciente para integrarse en el centro”.
La aceptó y se la puso de inmediato.
Los
primeros días se dedicó a recorrer todas y cada una de las salas a
excepción de una zona que llamaban “la jaula”. Los pacientes más
problemáticos se encontraban allí y, aunque los mecanismos de seguridad
eran muy eficaces, se consideraba una zona bastante peligrosa. El acceso
a ese ala del hospital estaba totalmente prohibido, ni siquiera a él se
le dejó entrar. En varias ocasiones pidió una autorización y siempre le
fue denegada. Nolan siempre llevaba su grabadora en la mano e iba
documentando aquello que consideraba útil para su informe. Fue el
segundo día cuando se dio cuenta de que aquella tarea tampoco iba a ser
tan sencilla como parecía a priori. A algunos enfermos no les resultaba
cómoda su presencia, lo consideraban un elemento perturbador en su
rutina y más cuando Nolan apretaba el botón de su grabadora y se ponía a
hablar, sin parar, en voz alta. Nunca había sentido miedo hasta que
Martin le agredió, aunque la actuación eficaz del personal del centro
evitó que aquello pasara a mayores.
Marian
fue un gran apoyo los primeros días. Sin duda alguna la más simpática y
considerada de todas las enfermeras. Todas las mañanas, cuando Nolan
pasaba por el control, ella le sonreía, incluso cuando parecía agotada
por una mala noche. También era la única que mostraba un poco de interés
por su reportaje, el resto del personal parecía verle como a uno más,
incluso a veces, él mismo se sentía tratado como cualquier otro enfermo.
- ¿Qué tal va el reportaje, Nolan?
-Ya falta menos, Marian, dentro de poco ya no tendré que molestarte.
-Ya sabes que tú no molestas, Nolan, puedes quedarte cuanto quieras, eres el invitado perfecto.
Aquella
mañana, Nolan dirigió sus pasos hacia el comedor. Esperaba encontrar a
alguien a quien entrevistar. Había puesto sus expectativas en la señora
Graham pero la señora Graham no estaba en su lugar preferido, frente a
la segunda ventana, y, por más que la buscó, no logró encontrarla.
Parecía que la deseada entrevista iba a tener que esperar. Se sentó,
dejó su grabadora sobre la mesa y se dedicó a observar al resto de
pacientes mientras buscaba otra persona a quien interrogar. Estaba tan
concentrado en la selección que no vio a Martin coger su grabadora y
empezar a imitarle en medio del comedor. Un miedo súbito le sobrecogió:
el trabajo de varios días estaba registrado en el aparato y no podía
perderlo, tenía que recuperar la grabadora como fuera. Fue hacia Martin
para quitársela de las manos pero Martin le esquivó. Lo intentó de nuevo
pero Martin logró escabullirse. Entonces agarró el brazo de Martin y
trató de alcanzar la grabadora pero Martin se defendió con un codazo,
forcejearon y la grabadora cayó al suelo y se hizo añicos.
La
expresión de Nolan cambió, sus manos empezaron a temblar. Volvía a
tener esa sensación de pérdida de control. Vio cómo el personal del
hospital se movilizaba rápidamente hacia donde el estaba mientras el
pitido de una alarma atravesaba sus oídos. El ya conocía ese sonido,
alguien había activado el código de seguridad. Echó un vistazo de nuevo
hacia Martin pero, antes de que pudiera abalanzarse sobre él, lo
apresaron dos celadores de gran envergadura que le sujetaron mientras
Marian, su enfermera favorita, sin perder la sonrisa, le inyectaba algo
en el brazo.
-Tranquilo,
Nolan, no pasa nada. Mañana te traeremos otra grabadora y podrás seguir
con tu reportaje. Ya lo verás, al final serás el mejor reportero del
mundo.
Muy bueno, para nada te esperas 'ese final'.¡Engancha mucho!
ResponderEliminarFíjate que me olía desde el principio que nuestro amigo sería uno de los enfermos, pero la intervención final de la enfermera ha sido fantástica, a pesar de intuirlo me han estremecido sus palabras. Qué importante es un buen final. Felicidades, Ana.
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