Las vacaciones de Marina estaban siendo
un asco. Eso pensaba ella mientras observaba en la pantalla de su móvil
cómo su amiga Almudena había posado felizmente junto a su novio Fran frente a
la playa de Cádiz hacía, aproximadamente, cuatro horas. Veinte personas ya
habían indicado que aquella publicación en el perfil de Facebook de Almudena
les gustaba y trece de ellas habían comentado positivamente su estado “De
vacaciones con mi novio”. Desde luego, a Marina también le gustaba aquella publicación,
no sólo le gustaba sino que sentía un poco de envidia. A ella le encantaba la
playa pero, este año, por motivos económicos, le iba a ser imposible tenerla
cerca. Marina no dudó un segundo en hacer clic sobre el botón de “me gusta”
aumentando a veintiuno el contador de la foto.
Mientras pensaba en lo feliz que se veía
a Almudena, su móvil emitió de nuevo ese sonido que indicaba, una vez más, que
alguien había subido una publicación en Facebook. Esta vez fue su amiga Belén
la que, mostrando un look muy veraniego, se había retratado junto a una paella
gigante que iba a compartir con su familia, esa a la que sólo podía visitar en
verano. Marina no pudo evitar echar un vistazo a la mesa de su cocina para
volver a ver el plato de macarrones precocinados que ella misma se había
calentado con desgana en el microondas y que, por supuesto, no
compartiría con nadie. Suspiró una vez más y con algo de rabia, dio al botón
“me gusta” de la foto y añadió el comentario “¡Cómo te vas a poner, Belén!”
Horas más tarde, fue su amiga Mayte la
que colgó una foto en su perfil con sus amigas de la facultad. Todas ellas lucían
un bronceado uniforme y reían sobre un yate en Ibiza. Marina comprendió que
Mayte se lo estaba pasando de miedo en la despedida de soltera de su amiga
Yolanda. Una vez más, Marina pulsó el botón “me gusta” mientras, aburrida en el
sofá de su casa, escuchaba el ruido de su viejo ventilador que, moviendo el
aire de la sala, intentaba aliviar el calor de la tarde. Harta de ver las fotos
que compartían sus amigas en Facebook, Marina decidió desactivar las
notificaciones en su móvil para dejar de torturarse. Pensó que ya estaba lo
suficientemente desanimada con sus vacaciones para pasarse el día viendo lo
maravillosas que estaban siendo las de los demás.
Dos días más tarde, cuando Marina
despertó de la siesta, tenía tres llamadas perdidas en su móvil. Almudena,
Belén y Mayte querían hablar con ella. Marina resopló, no le apetecía nada conversar
con sus amigas. Supuso que le contarían lo bien que se lo estaban pasando
mientras ella seguía aburriéndose como una ostra en su piso de cuarenta metros
cuadrados. Con muy poca gana fue devolviendo una por una las llamadas porque,
al fin y al cabo, su lado racional le indicaba que ellas no tenían la culpa de
que sus vacaciones estuvieran siendo tan horrorosas. Al colgar el teléfono
Marina sintió cierto alivio. De haber sabido lo que le iban a contar, hubiera
devuelto esas llamadas mucho antes.
A Almudena y al guapo de su novio Fran
les robaron el bolso donde tenían toda la documentación, todo esto fue una hora
más tarde de publicar su feliz foto en Facebook. Se pasaron dos días de
trámites para poder obtener una documentación provisional. Belén, la de la
paella, se pasó la noche junto a su familia en el hospital. Ella dice que algo
de esa paella les sentó mal y Mayte, la de la despedida de soltera en el yate,
se había quemado parte de la espalda por estar tanto tiempo al sol sin
protección, con lo cual, llevaba un par de días aguantando el dolor que el
simple roce de la camiseta le producía.
Marina observó su teléfono, esbozó una
sonrisa maliciosa y se dirigió a la terraza de su casa. Se acomodó en su desvencijada tumbona y sin
dudarlo ni un momento, se sacó una foto en la cual podían verse sus pies
apoyados sobre un taburete y, a la derecha de éste, su libro favorito junto a
una gran jarra de cerveza helada sobre una mesita. La observó durante unos
segundos muy satisfecha y dio al botón de publicar en su perfil de Facebook
bajo la etiqueta de “¡De vacaciones, como
en casa en ningún sitio!” junto a un emoticono de carita sonriente.
Minutos más tarde ya tenía treinta “me
gusta” y diez comentarios.
Por primera vez en sus vacaciones,
Marina tuvo la sensación de que no estaban siendo tan malas.
A veces es mejor guardarse las ostentaciones y hacer de la modestia la virtud, porque no es "oro todo lo que reluce", como bien dice el refrán.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día.
Muchas gracias por tu comentario, Rafael. Que pases también un feliz día
EliminarNunca se sabe dónde hallaremos la verdadera satisfacción y no por ir más lejos viviremos más aventuras. De todos modos, Marina fue muy honesta mostrando su realidad. Otro/a, en su lugar, se hubiera hecho un selfy ante un poster de una playa paradisíaca y con una piña colada en la mano.
ResponderEliminarSaludos.
Así es, Josep. No siempre todo lo que vemos en las redes sociales es un reflejo exacto de la realidad. Podemos hacer creer a los demás que nuestra vida es mucho mejor de lo que es a través de ellas. Muchas gracias por leerlo y por dejarme un comentario.
EliminarSaludos
Y a mí me gusta cómo escribes. Deberías hacerlo con más frecuencia. Un beso enorme, Anita.
ResponderEliminarQué bien te sienta este estilo, estás cómoda en él como pez en el agua y se nota en el resultado.
ResponderEliminarBesazo.