
Una tarde, mi hijo me dijo:
—¿Mago? —Pregunté yo.
—Sí —Respondió muy seguro de sí mismo. Con la seguridad que tiene un niño de diez años al hacer estas afirmaciones.
Yo no le di importancia a esto que dijo porque…
¿Qué niño de diez años no ha querido parecerse a alguien? Mi hijo, no sé por
qué razón, eligió a Harry Potter.
Unos días después de esa inocente confesión, la
señorita Farr, directora del colegio al que asistía mi hijo, me llamó para
comunicarme que Martin había sufrido un pequeño accidente y que estaba siendo
atendido en la sala de urgencias del hospital.
Aunque la señorita Farr me dijo que no había
motivos para preocuparme y calificó el suceso de “pequeño incidente”, fui todo
lo rápido que pude. Cuando lo vi sentado en la camilla, no pude evitar
asustarme. Tenía la frente enrojecida y le habían tenido que dar puntos.
La calma llegó cuando Martin me sonrió y me dijo “Estoy bien, mamá, no ha
pasado nada”.
Le pregunté en varias
ocasiones cómo se hizo aquella herida. Nunca obtuve una respuesta diferente a
“Jugando, mamá, jugando…” Sus amigos tampoco me ayudaron mucho a
esclarecer los hechos.
La respuesta no la tenía
demasiado lejos, lo supe una tarde que entré en su cuarto y me fijé en el
póster que tenía colgado encima de la cama. Sí, mi hijo ahora tenía una
cicatriz muy parecida a la que lucía Harry Potter en su frente. Una cicatriz en
forma de relámpago que le hacía diferente, único y especial o, al menos, eso es
lo que mi hijo pensaba cuando la mostraba orgulloso a sus amigos.
Pasé tiempo pensando en esa
travesura. Me preguntaba cómo se le había ocurrido a mi hijo hacer semejante
cosa. Estaba claro que quería ser como Harry Potter, pero hacerse una cicatriz
aposta…
Han pasado tres años. Mi hijo
Martin sigue mostrando orgulloso su “cicatriz de mago” en la frente. Su
diablura me dio una gran idea y, gracias a ella, dirijo una clínica de gran
éxito. Hoy espero a Arthur, un apuesto joven que quiere parecerse a Joaquin
Phoenix. Bueno, en realidad quiere tener la misma cicatriz que el actor posee
en su labio superior. Su mujer Martha dice que estaría muy sexy.
Hoy vienen los dos juntos a mi
clínica, Cicatrices a la carta, para
ultimar los detalles de la operación.
Qué curioso. Había oído hablar de tatuadores que intentan mejorar el aspecto de las cicatrices, pero que hubiera un servicio de cicatrices a la carta… Original, sin duda.
ResponderEliminarCada cicatriz cuenta una historia, tanto aquellas interiores como exteriores. Todas nos remiten a un pasado cargado de recuerdos, tal vez alegres, o tal vez no, pero todas nos identifican como alguien único e irrepetible.
Buen relato, es una pena que no concursara. Gracias por compartirlo.
Besos y abrazos.
Menuda idea... Y seguro que tuvo éxito.
ResponderEliminarMe gusta cómo consigues engañar al lector con ese quiebro final de la narración. No lo parece pero tiene detrás mucho oficio.
Un abrazo, WWG.
Es una gran idea narrativa y un magnífico relato.Es curioso como la casualidad actúa... y nos lleva a estar o no estar en un determinado tiempo y espacio. Bueno, quizás lo más importante es que el relato esté aquí. Solo como anécdota diré que, posiblemente, habría compartido mi máxima puntuación de esa semana junto con el relato de Nanny. Dos relatos completamente diferentes. Pero es que a mi me gusta la buena literatura y buena literatura se puede hacer con cualquier temática. Enhorabuena, Ana. Esto no hace más que confirmar que llevas dentro una escritora llena de posibilidades. Pero eso ya lo sabemos varios en NW. Un abrazo.
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