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miércoles, 25 de abril de 2012

HOTEL ENCANTADO

Lucas Gómez recorrió una vez más los pasillos de Hotel Mar.Todavía era capaz de recordar cómo jugaba en ellos cuando era un niño. Podría decirse que ese hotel había sido su verdadero hogar, la mayor parte de su vida había transcurrido entre esas paredes, ya algo agrietadas por el paso del tiempo. Como director del hotel era consciente de la situación actual, aquel viejo edificio ya no era tan atractivo para el turismo, a pesar de su privilegiado emplazamiento, y la reciente construcción de un hotel en el mismo pueblo había sido el detonante definitivo para que el negocio se fuera a pique.


La mañana del 14 de Junio, Lucas se encerró en su despacho y observó la pila de facturas impagadas que se amontonaban en la mesa. Al mirar la fotografía de su padre, que tenía encima del escritorio,al lado del teléfono, no pudo contener las lágrimas, se culpaba por no haber sido capaz de mantener lo que con tanto sacrificio había construido su padre. Cogió la foto, intentando refugiarse en su recuerdo y se le vino a la cabeza una de las frases que siempre le decía. “Hijo, si quieres tener éxito, tienes que marcar la diferencia”.


Esa misma tarde reunió a sus empleados para comunicarles el cierre definitivo de Hotel Mar, no podía seguir engañándolos. Cuando Lucas finalizó su discurso, Eduardo, uno de los empleados más antiguos, rompió el silencio.


-- Señor Gómez ¿Recuerda lo que le decía su padre? Eso de la diferencia...


-- Claro, Eduardo, pero no hay nada diferente que hacer, las cifras son claras, no podemos hacer frente a los gastos.


-- Bueno... se me había ocurrido...¿Qué le parece si decimos que el hotel está embrujado ? Quizás podamos atraer así a la clientela.


A Lucas, de entrada, la idea de embrujar el hotel le pareció disparatada. Los lugares encantados no suelen atraer visitantes, más bien todo lo contrario, pero vista la insistencia y el entusiasmo de Eduardo accedió a tener una conversación en privado con él. Tras sus explicaciones, el proyecto no le pareció tan descabellado. Cuando salieron del despacho, Lucas convocó a los demás empleados para comunicarles el nuevo plan y lo acogieron con bastante entusiasmo, cualquier cosa antes que perder su trabajo.


Mientras los empleados disfrutaban con sus nuevas tareas, haciendo desaparecer objetos, apagando algunas luces de los pasillos por la noche o generando extraños sonidos, los rumores sobre hotel encantado fueron creciendo. Aquel nuevo escenario parecía agradar a los huéspedes que afirmaban que esos pequeños sustos les hacía más amena su estancia.

Todo parecía ir según lo planeado en Hotel Mar hasta que el 15 de septiembre llegó un huésped bastante peculiar. El Señor Peláez, un reputado periodista de la zona, quería hacer un reportaje sobre los ya famosos fantasmas del hotel. Cuando Lucas lo vio llegar, sintió pánico, sabía que en realidad el Señor Peláez había venido a desvelar los trucos que usaban los empleados para hacer pensar a la gente que el hotel estaba embrujado. No obstante, le recibió educadamente y le proporcionó una de las mejores habitaciones. Acto seguido, reunió a sus empleados para alertarles de la presencia de Peláez y les pidió que durante su estancia no realizaran ningun truco que pudiera ponerles en evidencia.


Los siguiente días transcurrieron con calma, el señor Peláez rastreó, sin ningún éxito, todos los rincones del hotel en busca de cámaras, sensores o algún otro artilugio que pudiera provocar los fenómenos que los huéspedes describían. Peláez, no contento con el resultado, prolongó su estancia esperando que alguno de los empleados cometiera un error puesto que estaba convencido que alguno lo haría. El deseado error llegó aquella misma noche cuando Peláez recorría silencioso los pasillos del hotel. Encontró a un empleado manipulando uno de los cuadros. Sacó su cámara para fotografiarlo y acto seguido las luces se apagaron y se encendieron. A continuación el hombre desapareció del pasillo. A Peláez le pareció un truco muy conseguido,sin embargo, no le importó cómo había sido realizado, simplemente miró el visor de su cámara y verificó que la imagen de aquel hombre se veía correctamente.


A la mañana siguiente, Peláez imprimió la foto. Tenía la prueba que tanto había deseado, ahora sólo le faltaba buscar al empleado y entrevistarle, estaba seguro que con un poco de presión confesaría. Tras un par de horas recorriendo el hotel sin rastro de ese hombre, el señor Peláez decidió ir al despacho de Lucas para preguntarle.


             --  Buenos días Señor Gómez, ¿puedo pasar?


-- Claro, Señor Peláez. ¿Qué le trae por aquí? ¿Tiene algún problema?

-- Bueno, en realidad uno, señor Peláez. Anoche me pasó algo curioso, mientras caminaba por uno de los pasillos del hotel, las luces se apagaron.


- Eso no es ninguna novedad, Señor Peláez, ya sabe que este hotel está encantado, lo de las luces pasa muy amenudo.


- Ya, pero es que vi a una persona al otro lado del pasillo, a un empleado suyo.


-  ¿Ah si? - dijo el señor Peláez con el temor de haber sido descubierto -- ¿ Se puede saber quien era ?

- A eso vengo, a que me lo diga usted, conseguí sacarle una foto y me gustaría entrevistarle, no he logrado localizarlo.


- ¿No había entrevistado ya a todos los empleados del hotel?.


- Venga, señor Gómez, usted sabe que este hotel no está encantado, es todo una farsa para atraer a los clientes, dígame quien es ese empleado.  Está claro que estaba colocando algo detrás del cuadro.


Cuando Lucas la vio no pudo contener un gesto de sorpresa pero se repuso enseguida. Cogió el portarretratos que estaba junto al teléfono y se lo mostró a Peláez.


- Me temo que va a ser imposible entrevistarlo

1 comentario:

  1. Cierto es eso de que el hambre agudiza el ingenio y cierto también es que no sería yo uno de esos clientes atraídos por los encantamientos (qué miedo!!). Buen relato. Felicidades, Anita.

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